La vigencia de un poeta imposible de encasillar
Una cuidada edición bilingüe de E. E. Cummings, Poemas, vuelve a traer a las librerías a este poeta tan valioso como inclasificable. Su producción fue desbordante en diversas áreas relativas al arte.
La
poesía de e. e. cummings ha sido y sigue siendo una gran tentación para
los traductores que encuentran allí más que el ejercicio de un oficio
donde poner en diálogo dos lenguas, una suma de acertijos, experiencias
sonoras y juegos lógicos. Este poeta, nacido 1894 en Massachussetts y
egresado de Harvard, además fue pintor, ensayista y dramaturgo, publicó
más de 900 poemas, dos novelas, varios ensayos, obras de teatro y expuso
una gran cantidad de dibujos, bocetos y pinturas. Su espíritu
desbordante, muy presente en sus textos, es tierno y, a la vez, infantil
y cínico; anárquico y, al mismo tiempo, de una precisión técnica
impecable. Se lo ha vinculado con la poesía de Ezra Pound, porque era
reconocida su admiración por él, y también por la producción de una obra
personal e inclasificable. Su trabajo, al principio incomprendido,
recibió palabras elogiosas de críticos y de sus pares como Marianne
Moore o Williams Carlos Williams. Trabaja sobre temas como la
contradicción entre lo repetido y lo singular o entre lo ordinario y lo
especial, la oposición a todo tipo de poder centralizado, la fecundidad
de la naturaleza, la fragilidad del amor. “No llores / -el mejor gesto
de mi cerebro es menos / que el parpadeo de tus pestañas que dice /
somos el uno para el otro: entonces / ríe, recostada entre mis brazos /
porque la vida no es un párrafo / Y la muerte pienso no es ningún
paréntesis.”
El volumen publicado por Descierto es una cuidada edición bilingüe,
una antología de 55 poemas extraídos de 12 libros, además de un prólogo
del traductor Jorge Santiago Perednik, una reseña biográfica detallada
por año; además se suman cinco dibujos hechos por el mismo autor.
Palabra aparte merece la traducción esmerada. Traducir a Cummings
es embarcarse en un trabajo imposible. O se puede ir más lejos y decir
que traducir poesía es una tarea irrealizable ya antes de comenzar.
Cierto es que e. e. cummings –así con minúsculas, como solía firmar este
gran poeta– levanta aun más la vara de lo inexpresable. Sus poemas, y
en especial los que integran esta selección, más que textos son
geografías que se desarman al nivel de partículas. Bien lo sabe Perednik
cuando anuncia, en el prólogo que antecede a las traducciones, que en
muchos de sus poemas la oración o la frase no existen más y la palabra
no es una unidad simple sino un conjunto de unidades menores. El poeta
engendra un lenguaje nuevo a partir de los fragmentos, nos anima a una
readaptación de la conciencia, y el placer implícito en esa invención
parece comparable con el goce que siente el lector al momento de
descifrarlas. «
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