«Hace tiempo, en 1945, toda la gente buena era pobre». Así comienza Las señoritas de escasos medios,
de Muriel Spark (Impedimenta). Bien podría ser el comienzo de una
historia épica en la que el tiempo, sembrado por la sangre, el sudor y
las lágrimas, comienza a rendir frutos: la rendición alemana, el
inminente fin de la Segunda Guerra, el pueblo inglés que hace frente a
la falta de ropa y alimentos.
Si aquella épica existió realmente, no es lo que aparece en Muriel Spark.
Desde lejos, los edificios bombardeados le dan un aire señorial a
Londres. Parecen castillos en ruinas. Pero al acercar la lupa se revelan
como lo que son: casas simples de empapelado viejo y sucio, escaleras
que no llevan a ninguna parte, cadenas de baño que cuelgan de un tercer o
cuarto piso. Las señoritas de escasos recursos se muestran
como mujeres abnegadas, caritativas, virtuosas, pero en el cotidiano
están más preocupadas por los vestidos y los gramos que engordan con
cada comida, que por el futuro del país. Viven en una residencia para
mujeres menores de 30 años (aunque hay tres cincuentonas). El club “May
of Teck”, fundado por la reina María antes de casarse con Jorge V,
sobrevivió a los bombardeos alemanes. Incluso a una bomba que cayó en el
jardín y rompió todos los vidrios. Hasta hay una mujer (una de las
cincuentonas) que se empeña en decir que cayó una segunda bomba que
quedó enterrada entre las plantas. Así es como se vive: entre
contradicciones e imposturas, con ensueños de bohemia, esperando que
estalle la segunda bomba que a nadie le importa y en la que nadie cree.
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