jueves, 22 de mayo de 2014

Lecturas sobre el pueblo


Apártate de mí, digresión! ¡Vete, destino! Cada vez que quiero hablar de una cosa termino hablando de otra. Especie de Pancho Ibáñez de la literatura underground, en mí “todo tiene que ver con todo”; un tema lleva a otro, y otro a otro más, y nunca consigo volver al punto de partida, como ahora, que ya ni recuerdo sobre qué quería escribir. Ah, sí: sobre un libro que acaba de publicar Eterna Cadencia, ¿Qué es un pueblo?, que reúne ensayos de Alain Badiou, Judith Butler, Jacques Rancière, Georges Didi-Huberman, Sauri Khiari, y Pierre Bourdieu sobre tal espinosa cuestión. Es un libro notable, que contiene ensayos de una agudeza extrema –Didi-Huberman– y otros de una mala fe inconmensurable –Badiou– pero que, en todos los casos, resulta estimulante para repensar una de las categorías sociopolíticas (pero también estéticas) herederas del mejor legado moderno.
Y cuando me disponía a abalanzarme sobre las teclas, cuando el asunto se ponía bueno (tenía ya el libro subrayado, las ideas en mi cabeza), vaya uno a saber por qué me crucé con otro libro, y ¿Qué es un pueblo? quedó atrás, como quedan en el olvido las conversaciones entre borrachos o entre fantasmas. Estoy ahora, entonces, frente a Le gouvernement du ciel. Histoire globale des bombardements aériens, de Thomas Hippler, publicado en Francia hace unos meses (espero que a Teresa Parodi no le moleste que todavía leamos en lenguas foráneas). El de Hippler es una formidable historia cultural de la aviación, y en particular de los bombardeos a poblaciones civiles, en el que cruza la política, la estética, la lógica militar y, sobre todo, el desarrollo del capitalismo en los siglos XX y XXI. Es, sin dudas, un gran libro de izquierda (es curioso, por separado sospecharía de cada una de esas palabras –gran, libro, izquierda–, pero escritas todas juntas me resuenan absolutamente necesarias y confiables).
Como todo gran libro de izquierda, incluye una reflexión sutil sobre la tensión entre clase y pueblo. Quisiera reparar en un párrafo, referido a los bombardeos contemporáneos de los gobiernos de la OTAN a distintas poblaciones civiles en Medio Oriente y Africa: “La estrategia aérea está guiada por la idea de que la clase obrera, fracción decisiva del esfuerzo en la guerra, es también la parte de la población menos integrada políticamente. Detrás de esta estrategia de ciudad incendiada se esconde también una perspectiva ‘revolucionaria’, cuyo objetivo último es el de provocar una revuelta contra el gobierno in situ (…) Desde el punto de vista ofensivo, se bombardea al pueblo enemigo para destruir su unidad con el fin de liberar las fuerzas de la anarquía y la revuelta (…) Mientras que la política defensiva apunta a transformar a la ‘población’ en cuerpo político unificado (…) y así el refugio antiaéreo deviene el lugar donde se elabora materialmente la unidad del pueblo y el Estado”. La idea de que la “perspectiva revolucionaria” no surge ya del interior de las contradicciones de clase en una sociedad dada, sino como acción constitutiva del bombardeo capitalista –del poder de policía a escala global– que busca liberar las fuerzas de la “anarquía” como modo de control sobre las poblaciones y sus recursos económicos, no deja de tener consecuencias funestas sobre cualquier pensamiento acerca del pueblo y la emancipación de lo popular.

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