Por Cecilia Boullosa.

Y como Laura o Betty, Tina elige sus puntos de fuga para no hacer volar todo por los aires: en su caso, la escritura minuciosa en sus cuadernos y un amante para la hora de la siesta. No son la salvación, pero son una tabla de la cual aferrarse por momentos.
Tina hace listas. Escribe qué cosas le dan miedo. Los ascensores, los tuneles, los aviones, los trenes, los subtes, las polillas peludas, los tiburones, los violadores. Después cierra el cuaderno y se toma seis tranquilizantes y un trago de vodka para asistir a una reunión de madres en el colegio de sus hijas.
Donde peor la pasa es en los cócteles a los que la arrastra su marido. Regidos por la lógica del show off, se siente poca cosa -no tiene nada de qué jactarse- y termina invisibilizada en los rincones, detrás de las cortinas. Hasta que conoce a un escritor teatral con el que comienza un affaire.
Diario de una ama de casa desquiciada fue el libro más exitoso de Sue Kaufman (Nueva York, 1926-1977) y está considerada una de las novelas fundacionales de la nueva conciencia femenina que comenzó a emerger a mediados del siglo pasado en Estados Unidos. Se publicó por primera vez en 1967 y tres años después se trasladó al cine. Con una prosa inteligente y divertida, Kaufman pinta con detalle una época y un lugar, la tormenta interna de una mujer antes que se desataran con furia las externas.
Es cierto que a 45 años de distancia algunos vaivenes de la trama pueden sonar ingenuos (el final, que no vamos a contar, por ejemplo), pero en otros aspectos puede ser muy contemporánea. Si no para las mujeres trabajadoras de las grandes ciudades como Manhattan o Buenos Aires para miles de desperate housewives que en suburbios y barrios cerrados llevan intentos de vida módelica al borde -muchas veces- del derrumbe.
NOTA COMPLETA EN EL BLOG DE ETERNA CADENCIA
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