Gabriela Cabezón Cámara habló con Infobae acerca de su nueva novela, Romance de la Negra Rubia, en donde artistas de vanguardia, movileros de televisión y punteros políticos se enfrentan por el desalojo de un edificio tomado. "No soy una escritora marginal, soy una persona marginal", afirmó
Es el mes de febrero de 2002 y Argentina atraviesa una de las
peores crisis de su historia. Las imágenes dantescas se suceden en las
pantallas de televisión pero Gabriela Cabezón Cámara se detiene en una
que ve en un diario: un hombre se prende fuego, su silueta incendiada
aparece en el centro de la fotografía que en los costados permite
advertir la bota de un policía que se va. Faltan años para que Gabriela sacuda al mundo literario con La Virgen Cabeza
y aún queda más tiempo para que vuelva a sorprender con Beya, la novela
gráfica que hizo en coautoría con Iñaki Echeverría y que se basó en su
segundo libro Le viste la cara a Dios.
Gabriela
mira la foto una vez más y lee que se trata de Rubén Arias, un
canillita de 37 años y siete hijos que había avisado que si lo
desalojaban del edificio se quemaba a lo bonzo. Entraron y se quemó. Agonizó quince días y murió en un hospital.
Todo eso lee Gabriela. Pero la crónica no termina ahí y ella sigue con
su lectura, entonces se entera que a las dos semanas le devuelven el
edificio a los mismos que lo habían tomado. Y Gabriela piensa en el
sacrificio. Durante años piensa en el sacrificio. Quizás lo piensa
porque ella viene de ahí. Y desde ahí escribe y dirá que en ese momento
es ella "en el sentido más amplio" y que en ese momento no transa con
nada. "No negocio con nadie, nadie me dice que tengo que usar oraciones
cortas ni ninguna estupidez por el estilo", cuenta Gabriela cuando
confirma que la literatura es su campo de batalla.
Doce años después de aquella foto, Gabriela Cabezón Cámara presenta Romance de la Negra Rubia.
La novela cuenta la historia de una chica que se prende fuego con
querosene para enfrentar el desalojo de un edificio de artistas. Ese
"sacrificio fundante" del que sobrevive será el punto de partida de
estas setenta y siete páginas que transformarán a la protagonista en una
líder política territorial codiciada por los partidos y venerada por
sus vecinos. Artistas, cámaras de televisión, punteros políticos y la
construcción de poder a través del mito, aparecen en la esperada novela
que publicó Eterna Cadencia.
"La
negra rubia es una chica que se define por sus acciones", cuenta
Gabriela en la redacción de Infobae sobre la protagonista -que es
también la voz narradora- y precisa: "La casa de la poeta quedaba en un
edificio tomado por artistas que estaba por ser desalojado y cuando
entra la policía, la negra rubia -que todavía era negra- estaba bastante
fuera de sí y como había querosene, porque habían cortado la luz previo
al desalojo, se lo tira encima y se prende fuego. No se muere y así va a
ser como se vuelve líder y rubia: es un ascenso social".
-Quemarse a lo bonzo le genera un quiebre en su vida, el sacrificio fundante del que habla la novela.
Sí,
es el punto de partida. Imagino que la negra rubia en su vida anterior
venía zozobrando y que ese quemarse a lo bonzo es el fondo.
-¿La tragedia como arte? En la novela la Negra Rubia habla de performance
Ella
termina viviendo en este edificio de artistas y de cualquier cosa hacen
una obra. Al mismo campamento de después del desalojo lo llaman
instalación. Ella ya era artista, era poeta y un poeta es un artista,
pero sumada la ola de los artistas plásticos se empieza a dar cuenta que
ella misma puede ser arte, que así como lo hace Marina Abramovic o
Nicola Constantino con su propio cuerpo, ella también puede y esa herida
tan bestial, esa marca tan clara, puede ser tomada como parte de una
instalación.
-Pero al mismo tiempo eso implica una redefinición política de ella que se transforma en líder.
De
lo que ella se da cuenta, no sólo cuando sobrevive sino cuando está en
condiciones de manejarse en forma autónoma en la sociedad, es que ese
sacrificio de ella le vale el interés de algunos grupos políticos y ese
interés redunda en beneficios. Por supuesto que también le vale el
agradecimiento de la gente que vive en el edificio del que finalmente
toma propiedad legal porque las autoridades aceptan el sacrificio de
ella y de otros dos graciosamente. A mi me empezó como una reflexión
acerca del sacrificio humano. Lo que le pasa a la Negra es que goza de
los beneficios del sacrificio, que son beneficios políticos,
determinados sectores políticos quieren contar con esa sacrificada en
sus filas, quieren que les firme solicitadas, que esté en las marchas.
Ella empezó a darse cuenta que puede lograr cosas y le gusta tener
poder.
-"Se hicieron míos y me hicieron suya los míos", dice la Negra Rubia y ahí está lo que la constituye.
Ella
empieza a ser otra cuando tiene que ver con una comunidad. A través de
este sacrificio y de la irrupción de las cámaras de televisión, de las
posibilidades tecnológicas contemporáneas que permitieron que ese
sacrificio fuera filmado y reproducido viralmente en todo el planeta, la
comunidad es reconocida y ella es reconocida por la comunidad y por el
resto de la gente. Eso la constituye por supuesto. De estar medio solo a
ser líder en un minuto y enterarte cuando salís después de estar meses
en un hospital.
-Esa idea del
sacrificio está también presente en el cristianismo. ¿De ahí tu interés
en la religiosidad popular que está presente en tu literatura?
Me
interesa mucho el sustrato mítico de la cultura. Que es mucho mayor de
lo que nos damos cuenta, en el lenguaje diario, en el lenguaje
mediático, hay muchas palabras que podrían aparecer con mayúscula, como
si fueran Dios. No sé; la libertad, los mercados, la crisis. ¿Qué es la
libertad? Porque depende de quién habla, desde qué punto de vista, desde
que perspectiva. Los mercados ¿Quiénes son? La crisis, ¿Por qué, cómo,
cuándo, dónde? ¿Para quién? ¿Según quién? La crisis nunca es para todos.
Hay como un sustrato mítico alucinante. La argentinidad ¿Me pueden
contar que mierda es la argentinidad? El ser uno mismo, incluso. ¿Qué
es? ¿Qué es la Patria? Depende cuándo, depende para quién. En ese
sentido siempre pienso en algo que escribe Nietzsche cuando describe la
etimología de la palabra malo, dice que esa palabra se origina cuando
los arios invaden la Península itálica, los primeros "italianos", vamos
viendo cómo varía el ser italiano, eran más morochos, los arios eran más
blancos. Entonces los llaman negros, osea melas, una palabra griega, al
latín pasa siendo malus, que sigue significando negro y de ahí
significa mal, osea ese malus, viene a significar algo así como negro de
mierda, que es lo que es el mal para mucha gente hoy. Es todo un campo
de batalla. Ese sustrato mítico en la religión se ve mucho más
claramente pero está todo el tiempo operando entre nosotros, aún cuando
no queremos que opere.
-No quiero dejar pasar que dijo campo de batalla. ¿Su campo de batalla es la literatura?
Sí,
absolutamente. Es lo que soy en el sentido más amplio. El sentido
también va cambiando, pero ahí no transo con nada, no negocio con nadie,
nadie me dice que tengo que usar oraciones cortas ni ninguna estupidez
por el estilo. No supongo que mi lector es un idiota y voy a fondo con
lo que yo puedo. Doy de mi todo. Es el lugar en el que pienso. No pienso
mucho, soy una especie de animal que avanzo y avanzo y no se fija en
nada, pero cuando escribo, pienso.
-Tiene una utilización de los signos de puntuación muy particular. ¿Cómo trabaja eso?
Trabajo
mucho con la lengua porque es la materia que tengo. Eso tiene que ver
con la respiración y con cierta resistencia a esa escritura tan
artificiosa que parece natural. Nadie habla con oraciones cortas, nadie
piensa con oraciones cortas, no veo porque eso se ha hecho naturaleza.
Trato de respetar mi respiración, pero la respiración de cuando escribo
que es una respiración muy barroca, con mucha vuelta. Me gustan los
párrafos largos y resistir a ese imperativo que no sé de donde viene.
-Se podría decir que es una escritora orillera, de la que pone el ojo en los márgenes ¿Se puede definir así?
Es
cierto, pero no soy una escritora orillera, soy una persona orillera.
Incluso biográficamente: en mi familia yo tenía un lugar bastante
marginal. Me fui apenas pude. Me he drogado, he estado sin trabajo, he
estado sin casa, lo cual muchas veces se define como marginal y yo creo
que es lo que le ha pasado a la mayor parte de la humanidad. Ese centro
del que hablamos yo no sé quienes son. En general, todos hemos estado en
algún margen y a mi me interesa ese estado. Ahí hay otro mito: habría
un mito y habría una manera de vivir que compartimos todos. Mentira, no
hay un centro y todos hemos estado en algún margen en algún momento.
Casi todos, todos no.
-Siempre tienen voz los excluídos en su literatura
Es
lo que en algún sentido yo también soy y he sido. También es un
ejercicio de resistencia porque ese centro no existe, la representación
de ese centro es una ficción pero es más ficción que el paraíso
terrenal. Si viéramos ese centro de gente normal, más o menos poderosa,
probablemente veríamos a un montón de hijos de puta haciendo maldades.
Es una ficción. O yo no lo veo o a mi no me interesa.
-La
propiedad y la autonomía del cuerpo es constitutivo del discurso
feminista. ¿Hay que leer bajo ese prisma el uso que la Negra hace de su
cuerpo?
Puede
leerse bajo ese prisma. Es una reivindicación feminista, en realidad la
propiedad y la autonomía del cuerpo ha sido siempre un derecho del
varón, así que también se podría leer así, una mujer que deviene más
poderosa y, por ende, más masculina y también puede leerse como una
reivindicación feminista. Para mi es natural pensar que una mujer es
dueña de su cuerpo. Quiero decir, no lo siento como algo ideológico, es
algo que es así. Nací mujer y siempre pensé que mi cuerpo era mío y por
suerte, desde que soy adulto por lo menos, nadie me lo ha discutido.
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