Final abierto
Alfred Hayes, experto en corazones rotos
Por Verónica Chiaravalli | LA NACION
El hombre acaba de descubrir que su
esposa tiene un amante. Ha visto la escena. No es una sospecha ni un
rumor. De regreso a la casa que pronto dejará de ser su hogar, mientras
se esfuerza por controlar el dolor y la indignación, piensa en lo que
acaba de ver, en las razones de su desgracia. El hombre tiene unos
cincuenta años. En la plenitud de la vida, diríamos hoy. Pero los hechos
ocurren a fines de la década del 60 del siglo XX, cuando la juventud
era una condición tan valiosa como en la actualidad aunque mucho más
acotada en el tiempo. Y Asher, nuestro hombre, empieza a pensar que todo
lo que le pasa le pasa por viejo. Entonces arma las valijas y vuela a
Nueva York. La casa de Los Ángeles la deja encendida. Completamente.
Cada lámpara, cada luz. Una capilla ardiente. Un incendio simbólico.
Así comienza Mi perdición , el nuevo libro de
Alfred Hayes que La Bestia Equilátera rescata para el lector en español,
como novedad editorial de este mes. Dado que Asher es guionista en
Hollywood (y que el propio Hayes también lo ha sido), el título en
inglés (The End of Me) permite jugar con más de un sentido posible. La
editorial ya había publicado del mismo autor Los enamorados y Que el mundo me conozca
. Feliz idea. Hayes es un artista del soliloquio y domina con maestría
los matices más sombríos de la emoción amorosa. Trasplantado de su
Inglaterra natal a Nueva York cuando apenas tenía tres años, fue
periodista y poeta. Luego de una misión militar en Italia durante la
Segunda Guerra Mundial, vivió algún tiempo en Roma y colaboró con
maestros del neorrealismo como Roberto Rossellini y Vittorio De Sica.
Sublime escuela para la melancolía que tiñe sus relatos.Un aire de familia emparienta Mi perdición con su libro inolvidable, Los enamorados . Así como en Mi perdición , Asher escapa de la relación asimétrica impuesta por su esposa para entrar luego en otra similar, esta vez consentida, también en Los enamorados los personajes sufren de a tres. Y también el protagonista de esta novela, que aún no ha cumplido 40 años, siente que ha llegado su final.
Además, en ambas novelas Nueva York respira con vida propia. Pero en Mi perdición , la descripción que hace Asher de la ciudad a la que ha ido en busca de un bálsamo para su alma herida es asombrosa, especialmente por el modo en que él sabe encontrar notas de profunda humanidad donde el lugar común sólo observa hipertrofia y ajetreo. "[Nueva York] en otro tiempo me había curado. Sus multitudes, como enormes secantes, habían absorbido mi vida [...]. Me curaría entre sus ángulos brutales [...]Caminaría lento, pensé, y dejaría que la ciudad saliera a mi encuentro lentamente. Pero Nueva York no sale a tu encuentro lentamente. No es un paisaje. Sale a tu encuentro de golpe. Existe de manera constante en la periferia de tu visión. Casi siempre en el borde de lo que estás viendo ves algo que aún no has visto".
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